La ley fue dada por Dios a Moisés en el monte Sinaí, con el fin de que el hombre tuviera una responsabilidad para con Dios y para consigo mismo. Pero esta misma ley aunque no garantizaba vida para nadie, iba a ser la encargada de conducirnos hacia la gracia divina, representada por nuestro Señor Jesucristo.
Hernán Sauceda
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Esta es la segunda parte sobre el tema “Las dos babilonias”, analizábamos anteriormente lo que fue La Inquisición que promovió el Catolicismo Romano y que abarcó a muchos países del mundo. Algunos gobiernos se sacudieron ese yugo, comenzando con Francia, que con la Revolución conocida como La Toma de la Bastilla, se derrumbó el imperio de los Luises en el año 1,789.
Algunos historiadores han puesto a la Inquisición como un engendro del infierno, y solamente debemos recordar lo que la historia nos cuenta de la famosa noche de San Bartolomé, en Francia. Donde hubo una masacre espantosa de evangélicos; aquí estuvieron involucrados tres personajes importantes: el Papa Pío V, la reina Catalina de Médicis que era sobrina del Papa Clemente, y el rey de Francia Carlos IX, quien era hijo de Catalina.
El sábado 23 de agosto de 1,572 todo estaba preparado, los asesinos buscaban sus posiciones para sorprender a la media noche a los desprevenidos creyentes. Y llegó el momento del ataque, ya que el plan era de exterminio total. Las calles de París se llenaron de muertos y la sangre corría por las calles. Un testigo declaraba: “No es posible describir el horripilante cuadro que presentaba la ciudad de París, cuando sobre ella brilló el sol del día 24 de agosto, día de San Bartolomé. Todo en ella era tumulto, desórdenes y matanzas. Largos torrentes de sangre en las calles, cadáveres de hombres mujeres y niños aparecían amontonados en las puertas de las casas. Gemidos gritos de muerte se oían por todas partes. Los verdugos por millares decapitaban a sus víctimas y el vil populacho acompañaba a los matadores mutilándolos y arrastrándolos por el fango. Millares de creyentes murieron de hambre, de frío, de cansancio, perseguidos por los montes y por los valles como si fueran animales salvajes”.
Cuando las escrituras nos muestran a un Dios único, esa es la verdad más contundente que podemos encontrar. Que no solamente en el cielo y en la tierra, sino que en todo el universo, no hay más que un Dios que gobierna; que existe, que es y será por toda la eternidad.
Pero también estas mismas escrituras, nos enseñan que Dios está formado, por tres personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Hernán Sauceda
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Los cuatro relatos evangélicos nos muestran claramente, todo lo que se relaciona al Ministerio del Señor Jesucristo, comenzando desde su nacimiento hasta su muerte, su resurección y su ascención al cielo.
En su predicación fueron muchos los que se regocijaron de verle y escucharle. Y gran cantidad de personas le seguían por donde quiera; pero dentro de la multitud siempre estuvo presente un grupo, que no iba a gozarse de su presencia. Sino que este grupo se caracterizó de ser el más fuerte oponente a las enseñanzas del Maestro, y no descansaron de principio a fin hasta llevarle a la muerte.
Hernán Sauceda
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